LICENCIATURA EN EDUCACION
INNOVACION PEDAGOGICA
INNOVACION PEDAGOGICA
Estado e identidad
El proceso educativo consta en la
adquisición de aprendizajes que el individuo adquiere para favorecer su
desarrollo personal y social, dentro del trayecto de aprendizaje surge la
construcción de identidad. La escuela al ser
formativa y socializadora debe responder a los retos de la necesidad de
construir una sociedad plural, democrática,
incluyente y equitativa, el objetivo es que los alumnos después de un
periodo de tiempo demuestren logros y resultados educativos, que centren su
reflexión en el ser humano que educa, su historia, sus relaciones vitales, su
aquí, su ahora y sus circunstancias.
Proceso educativo es la confrontación
continua entre los que se enseña y lo que se aprende así como la transmisión de
valores y saberes, dentro de la construcción de identidad es fundamental, pues
dicho proceso involucra un conjunto de prácticas culturales del reconocimiento
de las subjetividades, es el escenario en el cual la responsabilidad educativa
se transfigura en un acto.
En la construcción de identidad los sujetos
logran elaborar los significados de existencia que han movilizado su historia y
han mediado su accionar hacia la configuración de una forma particular de
habitar, sentir, vivir y pensar en el
mundo de la vida. La construcción de identidad está referenciada en un proceso
de toma de conciencia del sí mismo y del mundo externo, que convoca y enmarca
dicha comprensión en la que el sujeto toma conciencia de sí y, por tanto, tiene
actitudes que le permiten confrontar su espacio vital y reorientarlo hacia el
entendimiento. La escuela debería pensarse ya no sólo como centro del
conocimiento, el saber y el aprendizaje, sino por la resultante de la relación
entre el sujeto que educa, el proceso democrático a través del cual se educa,
la intención formativa para la que se quiere educar y la estructuración
institucional que se debe configurar para favorecer dicha formación.
El sujeto moral se constituye como tal
en la interacción continua con otros, en la discusión constante de los marcos
valorativos, normativos y de principios morales que median la convivencia, y en
la conformación de un espacio democrático que permita la confrontación de los
diferentes argumentos, actitudes y sentimientos
asumidos por cada uno de sus
implicados, como justificaciones y formar de pensar y actuar moralmente, Garza
(1995), citando a Habermas (1990), plantea que para alcanzar el ideal de una
sociedad racional y democrática se necesitan instituciones educativas que
preparen y formen a los sujetos en el modelo del accionar comunicativo. Se
podría afirmar que en esta doble connotación educativa la escuela se
responsabiliza y responsabiliza a sus educandos moral, ético y políticamente en
la transformación de las relaciones sociales para vivir en una sociedad digna, justa, incluyente y democrática. Para
lograr esa transformación, la escuela deberá interpretar, desarrollar y
transmitir la cultura de la sociedad, definiendo con claridad cuáles han de ser
los fines y los medios socialmente legitimados que hacen pertinente y relevante
el acto educativo.
La Ley General de Educación (Ley 115,
artículo 5) destaca entre sus fines la formación y el desarrollo de seres
humanos integrales, respetuosos de la vida, de los principios democráticos del
país y demás derechos; habla de un sujeto participativo, crítico, reflexivo,
analítico e involucrado en la toma de decisiones, en el avance tecnológico y
científico y en la construcción de una identidad de país democrático,
incluyente y equitativo, es decir, se trata, desde la Ley, de configurar una
escuela que soporte el entramado cultural sobre el cual se significa el
accionar humano y se delimitan las fronteras de lo justo, lo bueno, lo malo, lo
digno, lo incluyente, lo equitativo y lo diferente, para construir de esta forma
el entendimiento, la vivencia de la reciprocidad y la convivencia; pero para lograr
esta pretensión, la escuela debe, por ejemplo, leer críticamente desde su contexto
las posibilidades, alcances y limitaciones de la Ley y sus reglamentaciones
(Plan racionalización docente, subsidio a la demanda, fusión institucional,
plan evaluación docente y estándares de calidad) para determinar, en este caso,
las posibilidades que las normativas le ofrecen de configurarse como un
escenario realmente transformador de la cultura.
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